sábado, 18 de octubre de 2008

El Sinsentido del Sentido o el Sentido del Sinsentido





Filósofo, psicólogo, sociólogo y escritor austríaco Paul Watzlawick, autor de 'Teoría de la comunicación humana' y 'El arte de amargarse la vida', murió a los 85 años de edad en Palo Alto, en el Estado norteamericano de California.





"Toda conducta en una situación e interacción, tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicación. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también comunican"






Entre los textos que estamos abordando en este recorrido de esta Diplomatura, uno de los más interesantes para mí, ha resultado sin lugar a dudas "El Sinsentido del Sentido o el Sentido del Sinsentido" ( Paul Watzlawick. Barcelona, Editorial Herder, 1995). Más allá del interés que en mí despierta y consciente de que muchos de mis interrogantes se ven reflejados en él, creo que es uno de los que me resultarán más complicados de analizar y comprender cabalmente, es así que emprendo el desafío de abordar este análisis, sin lugar a dudas superficial y con muchas falencias, hecho desde una total falta de conocimientos de los temas que el autor aborda, cargado simplemente de un interés por el tema y de expresarme sobre él.

Tomar conciencia de que las realidades, nuestras realidades, todas diversas por cierto, son construcciones que cada uno de nosotros hacemos, a través de la percepción de nuestros sentidos limitados, de los sentidos y valores que atribuimos a estas percepciones y que son fruto además de toda nuestra experiencia anterior; es sin lugar a dudas inquietante, pero a la vez apasionante. Sabernos constructores de la realidad nos carga entonces de un cierto grado de responsabilidad, pero a la vez de libertad.
Tenemos la costumbre de poner nombre a las cosas, como si en realidad estuvieran allí, fueran una cosa. Difícilmente podamos afirmar esto sobre la memoria, la amistad, el odio, etc. Pero considero que el poner nombres nos deja tranquilos en algún sentido, tal vez nos deja ordenar nuestra realidad. Desde mi punto de vista, la imposición de nombres a las “cosas” las encasilla, las carga de atributos que entendemos que poseen y que no poseen, las limita, las “cosifican”. Mediante estos nombres, construimos nuestra realidad, en verdad diferente a la de todos los demás. En ningún caso atribuimos el mismo sentido a los hechos u objetos que percibimos a través de nuestros sentidos, y por consiguiente estamos construyendo realidades diferentes.
Una frase que es común escuchar entre nosotros, en el lenguaje cotidiano es “el mapa no es el territorio”, creo ver que el origen de la misma es una desviación o simplificación de la que al autor menciona citando a Alfred Korschipski que escribió “El nombre no es la cosa. El mapa nos es el país”. Entiendo que a lo que se hace alusión, está íntimamente ligado con lo expresado en mi párrafo anterior; nosotros construimos un mapa de la realidad (si es que esta existe como tal), nos guiamos en nuestra vida, nos comportamos y nos relacionamos de acuerdo a lo que este mapa nos indica; pero este mapa es justamente nuestra construcción de la realidad, y como hemos dicho existen tantas realidades como individuos. Además seguimos incorporando nuestras nuevas percepciones y atribuciones tomando como base el mismo mapa; que se reelabora permanentemente.

Tal vez un ejemplo claro de las diferentes realidades, de los diferentes sentidos atribuidos a objetos o fenómenos lo podamos ver en los intentos de trabajo colaborativo que nosotros mismos hemos realizado a lo largo de esta Diplomatura. La elaboración de un wikitexto único, elaborado y desarrollado con la participación de decenas de personas que no se conocen personalmente, ha presentado dificultades importantes. A mi modo de ver buena parte de ellas están relacionadas con las diferentes realidades y atribuciones que cada uno ha construido de los materiales trabajados, dado que éstas se construyen sobre nuestras experiencias previas de vida. Nos resulta difícil aceptar la existencia de otros puntos de vista sobre conceptos o temas que para nosotros están claros, que hemos organizado de un modo diferente a los demás. A estas dificultades relacionadas con las subjetividades, debemos agregar las que impone el mismo medio del que disponemos para la puesta en común, los tiempos que se manejan y la imposibilidad del intercambio inmediato, el debate fluido y el intercambio grupal.
Considero que es totalmente imposible tomar una posición de observación o análisis objetivo. El mayor grado de objetividad que podemos llegar a alcanzar es el de ser conscientes de nuestras subjetividades y de cómo éstas “interfieren” en el intento de objetividad.

Considerando que llevamos formas tecnológicas de vida (Scott LASH, Crítica de la información. Buenos Aires. Amorrortu 2005, capítulo 2), y que estas se convierten en formas de vida a distancia, nos estamos socializando, comunicando, conectando e intercambiando información a distancia.
Ahora mismo, sentado frente a una pantalla, que simplemente emite diferentes longitudes de onda, en millones de píxeles, las que yo tengo la capacidad de interpretar, decodificar, gracias a años de socialización y acuerdos explícitos e implícitos sobre lo que estas representan; experimento la sensación de estar frente a algo “real” algo que está allí. En esta pantalla nos hay texto alguno, nada de lo que veo es concreto, ni el texto ni las pestañas de mi procesador de texto, nada. Será justamente desde esta pantalla dónde tengo una posibilidad de ingresar al mundo virtual, tan real para quienes estamos habituados e incomprensible para tantos. Personalmente creo que es como el fuego, lo conocemos a través de nuestros sentidos, pero en realidad es una ilusión, no es materia, no existe.
Soy consciente de que quienes se sienten frente a otras pantallas y se pongan frente a estos símbolos que utilizo para intentar expresar mi subjetividad; comprenderán cada una de las letras y palabras que genero, pero les atribuirán un sentido y un valor seguramente distinto al que yo mismo intento transmitir. Yendo un poco más lejos, corriendo el riesgo de perderme y enredarme con mis propias ideas, puedo decir que esto que estoy intentando transmitir lo haré mediante un upload (subir o cargar); subir o cargar ¿a dónde? ¿Dónde es que está? ¿De dónde es que quién se interese podrá leerlo? Tal vez al recibir un comentario sobre este texto, será que el mismo tome cuerpo, se confirme como tal, y me confirme a mí mismo, al poder comunicar.
Así el hecho de aspirar a desarrollar un trabajo colaborativo, el de intentar expresar mis ideas y opiniones, mediante el intercambio con los demás; sea justamente una forma de que los demás me confirmen a mí mismo.